Wednesday, December 24, 2014

Eréndia, por Gabriel Garcia Marquez

Eréndira

Christmas Eve morning, woke up at 5 am, read this short story....
It was sad to treat your own granddaughter as a prostitute.


Tuesday, December 9, 2014

Un día de estos

Gabriel Garcia Marquez

Leí este cuento en la parte de la clase en la Universidad de Guanajuato, julio 2014. 


Monday dawned warm and rainless. Aurelio Escovar, a dentist without a degree, and a very early riser, opened his office at six. He took some false teeth, still mounted in their plaster mold, out of the glass case and put on the table a fistful of instruments which he arranged in size order, as if they were on display. He wore a collarless striped shirt, closed at the neck with a golden stud, and pants held up by suspenders He was erect and skinny, with a look that rarely corresponded to the situation, the way deaf people have of looking.

 
El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

When he had things arranged on the table, he pulled the drill toward the dental chair and sat down to polish the false teeth. He seemed not to be thinking about what he was doing, but worked steadily, pumping the drill with his feet, even when he didn’t need it.

After eight he stopped for a while to look at the sky through the window, and he saw two pensive buzzards who were drying themselves in the sun on the ridgepole of the house next door. He went on working with the idea that before lunch it would rain again. The shrill voice of his elevenyear-old son interrupted his concentration.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.

“Papa.”

“What?”

“The Mayor wants to know if you’ll pull his tooth.”

“Tell him I’m not here.”

-Papá.
-Qué.
-Dice el alcalde que si le sacas una muela.
-Dile que no estoy aquí.

He was polishing a gold tooth. He held it at arm’s length, and examined it with his eyes half closed. His son shouted again from the little waiting room.
 

“He says you are, too, because he can hear you.”

The dentist kept examining the tooth. Only when he had put it on the table with the finished work did he say:

“So much the better.”



Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
-Mejor.

He operated the drill again. He took several pieces of a bridge out of a cardboard box where he kept the things he still had to do and began to polish the gold.

“Papa.”

“What?”

He still hadn’t changed his expression.

“He says if you don’t take out his tooth, he’ll shoot you.”

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
-Papá.
-Qué.
Aún no había cambiado de expresión.

-Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.


Without hurrying, with an extremely tranquil movement, he stopped pedaling the drill, pushed it away from the chair, and pulled the lower drawer of the table all the way out. There was a revolver.

“O.K.,” he said. “Tell him to come and shoot me.”


Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.

-Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.


He rolled the chair over opposite the door, his hand resting on the edge of the drawer. The Mayor appeared at the door. He had shaved the left side of his face, but the other side, swollen and in pain, had a five-day-old beard. The dentist saw many nights of desperation in his dull eyes. He closed the drawer with his fingertips and said softly:

“Sit down.”

“Good morning,” said the Mayor.

“Morning,” said the dentist.
 
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-Siéntese.
-Buenos días -dijo el alcalde.
-Buenos -dijo el dentista.

While the instruments were boiling, the Mayor leaned his skull on the headrest of the chair and felt better. His breath was icy. It was a poor office: an old wooden chair, the pedal drill, a glass case with ceramic bottles. Opposite the chair was a window with a shoulder-high cloth curtain. When he felt the dentist approach, the Mayor braced his heels and opened his mouth.

 
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.

Aurelio Escovar turned his head toward the light. After inspecting the infected tooth, he closed the Mayor’s jaw with a cautious pressure of his fingers.

“It has to be without anesthesia,” he said.

“Why?”

“Because you have an abscess.”

The Mayor looked him in the eye.

Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.
-Tiene que ser sin anestesia -dijo.
-¿Por qué?
-Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.

“All right,” he said, and tried to smile. The dentist did not return the smile. He brought the basin of sterilized instruments to the worktable and took them out of the water with a pair of cold tweezers, still without hurrying. Then he pushed the spittoon with the tip of his shoe, and went to wash his hands in the washbasin. He did all this without looking at the Mayor. But the Mayor didn’t take his eyes off him.


-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.


It was a lower wisdom tooth. The dentist spread his feet and grasped the tooth with the hot forceps. The Mayor seized the arms of the chair, braced his feet with all his strength, and felt an icy void in his kidneys, but didn’t make a sound. The dentist moved only his wrist. Without rancor, rather with a bitter tenderness, he said:

“Now you’ll pay for our twenty dead men.”
 

 
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.

The Mayor felt the crunch of bones in his jaw, and his eyes filled with tears. But he didn’t breathe until he felt the tooth come out. Then he saw it through his tears. It seemed so foreign to his pain that he failed to understand his torture of the five previous nights. Bent over the spittoon, sweating, panting, he unbuttoned his tunic and reached for the handkerchief in his pants pocket.  The dentist gave him a clean cloth.

“Dry your tears,” he said.

El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-Séquese las lágrimas -dijo.


The Mayor did.  He was trembling.  While the dentist washed his hands, he saw the crumbling ceiling and a dusty spider web with spider’s eggs and dead insects.  The dentist returned, drying his hands.  “Go to bed,” he said, “and gargle with salt water.”  The Mayor stood up, said goodbye with a casual military salute, and walked toward the door, stretching his legs, without buttoning up his tunic.

“Send the bill,” he said.

“To you or the town?”

The Mayor didn’t look at him.  He closed the door and said through the screen:

“It’s the same damn thing.”

 
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.” El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
-Es la misma vaina.

Español ---

El ahogado más hermoso del mundo

Gabriel Garcia Marquez 

Este cuento es mi favorito de Gabriel Garcia Marquez!


The first children who saw the dark and slinky bulge approaching through the sea let themselves think it was an enemy ship. Then they saw it had no flags or masts and they thought it was a whale. But when it washed up on the beach, they removed the clumps of seaweed, the jellyfish tentacles, and the remains of fish and flotsam, and only then did they see that it was a drowned man.
They had been playing with him all afternoon, burying him in the sand and digging him up again, when someone chanced to see them and spread the alarm in the village. The men who carried him to the nearest house noticed that he weighed more than any dead man they had ever known, almost as much as a horse, and they said to each other that maybe he’d been floating too long and the water had got into his bones. When they laid him on the floor they said he’d been taller than all other men because there was barely enough room for him in the house, but they thought that maybe the ability to keep on growing after death was part of the nature of certain drowned men. He had the smell of the sea about him and only his shape gave one to suppose that it was the corpse of a human being, because the skin was covered with a crust of mud and scales.
They did not even have to clean off his face to know that the dead man was a stranger. The village was made up of only twenty-odd wooden houses that had stone courtyards with no flowers and which were spread about on the end of a desertlike cape. There was so little land that mothers always went about with the fear that the wind would carry off their children and the few dead that the years had caused among them had to be thrown off the cliffs. But the sea was calm and bountiful and all the men fitted into seven boats. So when they found the drowned man they simply had to look at one another to see that they were all there.
That night they did not go out to work at sea. While the men went to find out if anyone was missing in neighboring villages, the women stayed behind to care for the drowned man. They took the mud off with grass swabs, they removed the underwater stones entangled in his hair, and they scraped the crust off with tools used for scaling fish. As they were doing that they noticed that the vegetation on him came from faraway oceans and deep water and that his clothes were in tatters, as if he had sailed through labyrinths of coral. They noticed too that he bore his death with pride, for he did not have the lonely look of other drowned men who came out of the sea or that haggard, needy look of men who drowned in rivers. But only when they finished cleaning him off did they become aware of the kind of man he was and it left them breathless. Not only was he the tallest, strongest, most virile, and best built man they had ever seen, but even though they were looking at him there was no room for him in their imagination.
They could not find a bed in the village large enough to lay him on nor was there a table solid enough to use for his wake. The tallest men’s holiday pants would not fit him, nor the fattest ones’ Sunday shirts, nor the shoes of the one with the biggest feet. Fascinated by his huge size and his beauty, the women then decided to make him some pants from a large piece of sail and a shirt from some bridal linen so that he could continue through his death with dignity. As they sewed, sitting in a circle and gazing at the corpse between stitches, it seemed to them that the wind had never been so steady nor the sea so restless as on that night and they supposed that the change had something to do with the dead man. They thought that if that magnificent man had lived in the village, his house would have had the widest doors, the highest ceiling, and the strongest floor, his bedstead would have been made from a midship frame held together by iron bolts, and his wife would have been the happiest woman. They thought that he would have had so much authority that he could have drawn fish out of the sea simply by calling their names and that he would have put so much work into his land that springs would have burst forth from among the rocks so that he would have been able to plant flowers on the cliffs. They secretly compared hom to their own men, thinking that for all their lives theirs were incapable of doing what he could do in one night, and they ended up dismissing them deep in their hearts as the weakest, meanest and most useless creatures on earth. They were wandering through that maze of fantasy when the oldest woman, who as the oldest had looked upon the drowned man with more compassion than passion, sighed:

‘He has the face of someone called Esteban.’

It was true. Most of them had only to take another look at him to see that he could not have any other name. The more stubborn among them, who were the youngest, still lived for a few hours with the illusion that when they put his clothes on and he lay among the flowers in patent leather shoes his name might be Lautaro. But it was a vain illusion. There had not been enough canvas, the poorly cut and worse sewn pants were too tight, and the hidden strength of his heart popped the buttons on his shirt. After midnight the whistling of the wind died down and the sea fell into its Wednesday drowsiness. The silence put an end to any last doubts: he was Esteban. The women who had dressed him, who had combed his hair, had cut his nails and shaved him were unable to hold back a shudder of pity when they had to resign themselves to his being dragged along the ground. It was then that they understood how unhappy he must have been with that huge body since it bothered him even after death. They could see him in life, condemned to going through doors sideways, cracking his head on crossbeams, remaining on his feet during visits, not knowing what to do with his soft, pink, sea lion hands while the lady of the house looked for her most resistant chair and begged him, frightened to death, sit here, Esteban, please, and he, leaning against the wall, smiling, don’t bother, ma’am, I’m fine where I am, his heels raw and his back roasted from having done the same thing so many times whenever he paid a visit, don’t bother, ma’am, I’m fine where I am, just to avoid the embarrassment of breaking up the chair, and never knowing perhaps that the ones who said don’t go, Esteban, at least wait till the coffee’s ready, were the ones who later on would whisper the big boob finally left, how nice, the handsome fool has gone. That was what the women were thinking beside the body a little before dawn. Later, when they covered his face with a handkerchief so that the light would not bother him, he looked so forever dead, so defenseless, so much like their men that the first furrows of tears opened in their hearts. It was one of the younger ones who began the weeping. The others, coming to, went from sighs to wails, and the more they sobbed the more they felt like weeping, because the drowned man was becoming all the more Esteban for them, and so they wept so much, for he was the more destitute, most peaceful, and most obliging man on earth, poor Esteban. So when the men returned with the news that the drowned man was not from the neighboring villages either, the women felt an opening of jubilation in the midst of their tears.

‘Praise the Lord,’ they sighed, ‘he’s ours!’
The men thought the fuss was only womanish frivolity. Fatigued because of the difficult nighttime inquiries, all they wanted was to get rid of the bother of the newcomer once and for all before the sun grew strong on that arid, windless day. They improvised a litter with the remains of foremasts and gaffs, tying it together with rigging so that it would bear the weight of the body until they reached the cliffs. They wanted to tie the anchor from a cargo ship to him so that he would sink easily into the deepest waves, where fish are blind and divers die of nostalgia, and bad currents would not bring him back to shore, as had happened with other bodies. But the more they hurried, the more the women thought of ways to waste time. They walked about like startled hens, pecking with the sea charms on their breasts, some interfering on one side to put a scapular of the good wind on the drowned man, some on the other side to put a wrist compass on him , and after a great deal of get away from there, woman, stay out of the way, look, you almost made me fall on top of the dead man, the men began to feel mistrust in their livers and started grumbling about why so many main-altar decorations for a stranger, because no matter how many nails and holy-water jars he had on him, the sharks would chew him all the same, but the women kept piling on their junk relics, running back and forth, stumbling, while they released in sighs what they did not in tears, so that the men finally exploded with since when has there ever been such a fuss over a drifting corpse, a drowned nobody, a piece of cold Wednesday meat.One of the women, mortified by so much lack of care, then removed the handkerchief from the dead man’s face and the men were left breathless too.
He was Esteban. It was not necessary to repeat it for them to recognize him. If they had been told Sir Walter Raleigh, even they might have been impressed with his gringo accent, the macaw on his shoulder, his cannibal-killing blunderbuss, but there could be only one Esteban in the world and there he was, stretched out like a sperm whale, shoeless, wearing the pants of an undersized child, and with those stony nails that had to be cut with a knife. They only had to take the handkerchief off his face to see that he was ashamed, that it was not his fault that he was so big or so heavy or so handsome, and if he had known that this was going to happen, he would have looked for a more discreet place to drown in, seriously, I even would have tied the anchor off a galleon around my nick and staggered off a cliff like someone who doesn’t like things in order not to be upsetting people now with this Wednesday dead body, as you people say, in order not to be bothering anyone with this filthy piece of cold meat that doesn’t have anything to do with me. There was so much truth in his manner taht even the most mistrustful men, the ones who felt the bitterness of endless nights at sea fearing that their women would tire of dreaming about them and begin to dream of drowned men, even they and others who were harder still shuddered in the marrow of their bones at Esteban’s sincerity.

That was how they came to hold the most splendid funeral they could ever conceive of for an abandoned drowned man. Some women who had gone to get flowers in the neighboring villages returned with other women who could not believe what they had been told, and those women went back for more flowers when they saw the dead man, and they brought more and more until there were so many flowers and so many people that it was hard to walk about. At the final moment it pained them to return him to the waters as an orphan and they chose a father and mother from among the best people, and aunts and uncles and cousins, so that through him all the inhabitants of the village became kinsmen. Some sailors who heard the weeping from a distance went off course and people heard of one who had himself tied to the mainmast, remembering ancient fables about sirens. While they fought for the privilege of carrying him on their shoulders along the steep escarpment by the cliffs, men and women became aware for the first time of the desolation of their streets, the dryness of their courtyards, the narrowness of their dreams as they faced the splendor and beauty of their drowned man. They let him go without an anchor so that he could come back if he wished and whenever he wished, and they all held their breath for the fraction of centuries the body took to fall into the abyss. They did not need to look at one another to realize that they were no longer all present, that they would never be. But they also knew that everything would be different from then on, that their houses would have wider doors, higher ceilings, and stronger floors so that Esteban’s memory could go everywhere without bumping into beams and so that no one in the future would dare whisper the big boob finally died, too bad, the handsome fool has finally died, because they were going to paint their house fronts gay colors to make Esteban’s memory eternal and they were going to break their backs digging for springs among the stones and planting flowers on the cliffs so that in future years at dawn the passengers on great liners would awaken, suffocated by the smell of gardens on the high seas, and the captain would have to come down from the bridge in his dress uniform, with his astrolabe, his pole star, and his row of war medals and, pointing to the promontory of roses on the horizon, he would say in fourteen languages, look there, where the wind is so peaceful now that it’s gone to sleep beneath the beds, over there, where the sun’s so bright that the sunflowers don’t know which way to turn, yes, over there, that’s Esteban’s village.
Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)


El ahogado mas hermoso del mundo


http://www.literatura.us/garciamarquez/ahogado.html
         Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado.
         Habían jugado con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la arena, cuando alguien los vio por casualidad y dio la voz de alarma en el pueblo. Los hombres que lo cargaron hasta la casa más próxima notaron que pesaba más que todos los muertos conocidos, casi tanto como un caballo, y se dijeron que tal vez había estado demasiado tiempo a la deriva y el agua se le había metido dentro de los huesos. Cuando lo tendieron en el suelo vieron que había sido mucho más grande que todos los hombres, pues apenas si cabía en la casa, pero pensaron que tal vez la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados. Tenía el olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que era el cadáver de un ser humano, porque su piel estaba revestida de una coraza de rémora y de lodo.
         No tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los muertos que les iban causando los años tenían que tirarlos en los acantilados. Pero el mar era manso y pródigo, y todos los hombres cabían en siete botes. Así que cuando se encontraron el ahogado les bastó con mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que estaban completos.
         Aquella noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres averiguaban si no faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se quedaron cuidando al ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de desescamar pescados. A medida que lo hacían, notaron que su vegetación era de océanos remotos y de aguas profundas, y que sus ropas estaban en piitrafas, como si hubiera navegado por entre laberintos de corales. Notaron también que sobrellevaba la muerte con altivez, pues no tenía el semblante solitario de los otros ahogados del mar, ni tampoco la catadura sórdida y menesteroso de los ahogados fluviales. Pero solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación.
         No encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderio ni una mesa bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta de los hombres más altos, ni las camisas dominicales de los más corpulentos, ni los zapatos del mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su hermosura, las mujeres decidieron entonces hacerle unos pantalones con un pedazo de vela cangreja, y una camisa de bramante de novia, para que pudiera continuar su muerte con dignidad. Mientras cosían sentadas en círculo, contemplando el cadáver entre puntada y puntada, les parecía que el viento no había sido nunca tan tenaz ni el Caribe había estado nunca tan ansioso como aquella noche, y suponían que esos cambios tenían algo que ver con el muerto. Pensaban que si aquel hombre magnífico hubiera vivido en el pueblo, su casa habría tenido las puertas más anchas, el techo más alto y el piso más firme, y el bastidor de su cama habría sido de cuadernas maestras con pernos de hierro, y su mujer habría sido la más feliz. Pensaban que habría tenido tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos por sus nombres, y habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los acantilados. Lo compararon en secreto con sus propios hombres, pensando que no serían capaces de hacer en toda una vida lo que aquél era capaz de hacer en una noche, y terminaron por repudiarlos en el fondo de sus corazones como los seres más escuálidos y mezquinos de la tierra. Andaban extraviadas por esos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:
         —Tiene cara de llamarse Esteban.
         Era verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que no podía tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jovenes, se mantuvieron con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre flores y con unos zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una ilusión vana. El lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor cosidos le quedaron estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían saltar los botones de la camisa. Después de la media noche se adelgazaron los silbidos del viento y el mar cayó en el sopor del miércoles. El silencio acabó con las últimas dudas: era Esteban. Las mujeres que lo habían vestido, las que lo habían peinado, las que le habían cortado las uñas y raspado la barba no pudieron reprimir un estremecimiento de compasión cuando tuvieron que resignarse a dejarlo tirado por los suelos. Fue entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la silla más resistente y le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban, hágame el favor, y él recostado contra las paredes, sonriendo, no se preocupe señora, así estoy bien, con los talones en carne viva y las espaldas escaldadas de tanto repetir lo mismo en todas las visitas, no se preocupe señora, así estoy bien, sólo para no pasar vergüenza de desbaratar la silla, y acaso sin haber sabido nunca que quienes le decían no te vayas Esteban, espérate siquiera hasta que hierva el café, eran los mismos que después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto pensaban las mujeres frente al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde, cuando le taparon la cara con un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron tan muerto para siempre, tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les abrieron las primeras grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más jóvenes la que empezó a sollozar. Las otras, asentándose entre sí, pasaron de los suspiros a los lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de llorar, porque el ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta que lo lloraron tanto que fue el hombre más desvalido de la tierra, el más manso y el más servicial, el pobre Esteban. Así que cuando los hombres volvieron con la noticia de que el ahogado no era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las lágrimas.
         —¡Bendito sea Dios —suspiraron—: es nuestro!
         Los hombres creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de mujer. Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único que querían era quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que prendiera el sol bravo de aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas angarillas con restos de trinquetes y botavaras, y las amarraron con carlingas de altura, para que resistieran el peso del cuerpo hasta los acantilados. Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque mercante para que fondeara sin tropiezos en los mares más profundos donde los peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia, de manera que las malas corrientes no fueran a devolverlo a la orilla, como había sucedido con otros cuerpos. Pero mientras más se apresuraban, más cosas se les ocurrían a las mujeres para perder el tiempo. Andaban como gallinas asustadas picoteando amuletos de mar en los arcones, unas estorbando aquí porque querían ponerle al ahogado los escapularios del buen viento, otras estorbando allá para abrocharse una pulsera de orientación, y al cabo de tanto quítate de ahí mujer, ponte donde no estorbes, mira que casi me haces caer sobre el difunto, a los hombres se les subieron al hígado las suspicacias y empezaron a rezongar que con qué objeto tanta ferretería de altar mayor para un forastero, si por muchos estoperoles y calderetas que llevara encima se lo iban a masticar los tiburones, pero ellas seguían tripotando sus reliquias de pacotilla, llevando y trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no se les iba en lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de cuándo acá semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un fiambre de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento.
         Era Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. Si les hubieran dicho Sir Walter Raleigh, quizás, hasta ellos se habrían impresionado con su acento de gringo, con su guacamayo en el hombro, con su arcabuz de matar caníbales, pero Esteban solamente podía ser uno en el mundo, y allí estaba tirado como un sábalo, sin botines, con unos pantalones de sietemesino y esas uñas rocallosas que sólo podían cortarse a cuchillo. Bastó con que le quitaran el pañuelo de la cara para darse cuenta de que estaba avergonzado, de que no tenía la culpa de ser tan grande, ni tan pesado ni tan hermoso, y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo mismo un áncora de galón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no quiere la cosa en los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto de miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta porquería de fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su modo de estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se estremecieron en los tuétanos con la sinceridad de Esteban.
         Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para un ahogado expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar. A última hora les dolió devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madre entre los mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través de él todos los habitantes del pueblo terminaron por ser parientes entre sí. Algunos marineros que oyeron el llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo, y se supo de uno que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas. Mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo soltaron sin ancla, para que volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos retuvieron el aliento durante la fracción de siglos que demoró la caída del cuerpo hasta el abismo. No tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás. Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más firmes, para que el recuerdo de Esteban pudiera andar por todas partes sin tropezar con los travesaños, y que nadie se atreviera a susurrar en el futuro ya murió el bobo grande, qué lástima, ya murió el tonto hermoso, porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que los amaneceres de los años venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en altamar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristra de medallas de guerra, y señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas: miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.
 
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Monday, December 8, 2014

Un señor muy viejo con unas alas enormes

gabriel garcía Marquez

         Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.


 On the third day of rain they had killed so many crabs inside the house that Pelayo had to cross his drenched courtyard and throw them into the sea, because the newborn child had a temperature all night and they thought it was due to the stench. The world had been sad since Tuesday. Sea and sky were a single ash-gray thing and the sands of the beach, which on March nights glimmered like powdered light, had become a stew of mud and rotten shellfish. The light was so weak at noon that when Pelayo was coming back to the house after throwing away the crabs, it was hard for him to see what it was that was moving and groaning in the rear of the courtyard. He had to go very close to see that it was an old man, a very old man, lying face down in the mud, who, in spite of his tremendous efforts, couldn't get up, impeded by his enormous wings.

         Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.

          Frightened by that nightmare, Pelayo ran to get Elisenda, his wife, who was putting compresses on the sick child, and he took her to the rear of the courtyard. They both looked at the fallen body with a mute stupor. He was dressed like a ragpicker. There were only a few faded hairs left on his bald skull and very few teeth in his mouth, and his pitiful condition of a drenched great-grandfather took away and sense of grandeur he might have had. His huge buzzard wings, dirty and half-plucked were forever entangled in the mud. They looked at him so long and so closely that Pelayo and Elisenda very soon overcame their surprise and in the end found him familiar. Then they dared speak to him, and he answered in an incomprehensible dialect with a strong sailor's voice. That was how they skipped over the inconvenience of the wings and quite intelligently concluded that he was a lonely castaway from some foreign ship wrecked by the storm. And yet, they called in a neighbor woman who knew everything about life and death to see him, and all she needed was one look to show them their mistake.

 — Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.
         Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.

          "He's an angel," she told them. "He must have been coming for the child, but the poor fellow is so old that the rain knocked him down."

          On the following day everyone knew that a flesh-and-blood angel was held captive in Pelayo's house. Against the judgment of the wise neighbor woman, for whom angels in those times were the fugitive survivors of a spiritual conspiracy, they did not have the heart to club him to death. Pelayo watched over him all afternoon from the kitchen, armed with his bailiff's club, and before going to bed he dragged him out of the mud and locked him up with the hens in the wire chicken coop. In the middle of the night, when the rain stopped, Pelayo and Elisenda were still killing crabs. A short time afterward the child woke up without a fever and with a desire to eat. Then they felt magnanimous and decided to put the angel on a raft with fresh water and provisions for three days and leave him to his fate on the high seas. But when they went out into the courtyard with the first light of dawn, they found the whole neighborhood in front of the chicken coop having fun with the angel, without the slightest reverence, tossing him things to eat through the openings in the wire as if weren't a supernatural creature but a circus animal.

   El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los tribunales más altos.

          Father Gonzaga arrived before seven o'clock, alarmed at the strange news. By that time onlookers less frivolous than those at dawn had already arrived and they were making all kinds of conjectures concerning the captive's future. The simplest among them thought that he should be named mayor of the world. Others of sterner mind felt that he should be promoted to the rank of five-star general in order to win all wars. Some visionaries hoped that he could be put to stud in order to implant the earth a race of winged wise men who could take charge of the universe. But Father Gonzaga, before becoming a priest, had been a robust woodcutter. Standing by the wire, he reviewed his catechism in an instant and asked them to open the door so that he could take a close look at that pitiful man who looked more like a huge decrepit hen among the fascinated chickens. He was lying in the corner drying his open wings in the sunlight among the fruit peels and breakfast leftovers that the early risers had thrown him. Alien to the impertinences of the world, he only lifted his antiquarian eyes and murmured something in his dialect when Father Gonzaga went into the chicken coop and said good morning to him in Latin. The parish priest had his first suspicion of an imposter when he saw that he did not understand the language of God or know how to greet His ministers. Then he noticed that seen close up he was much too human: he had an unbearable smell of the outdoors, the back side of his wings was strewn with parasites and his main feathers had been mistreated by terrestrial winds, and nothing about him measured up to the proud dignity of angels. The he came out of the chicken coop and in a brief sermon warned the curious against the risks of being ingenuous. He reminded them that the devil had the bad habit of making use of carnival tricks in order to confuse the unwary. He argued that if wings were not the essential element in determining the different between a hawk and an airplane, they were even less so in the recognition of angels. Nevertheless, he promised to write a letter to his bishop so that the latter would write his primate so that the latter would write to the Supreme Pontiff in order to get the final verdict from the highest courts.

Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.

          His prudence fell on sterile hearts. The news of the captive angel spread with such rapidity that after a few hours the courtyard had the bustle of a marketplace and they had to call in troops with fixed bayonets to disperse the mob that was about to knock the house down. Elisenda, her spine all twisted from sweeping up so much marketplace trash, then got the idea of fencing in the yard and charging five cents admission to see the angel.

 Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.

          The curious came from far away. A traveling carnival arrived with a flying acrobat who buzzed over the crowd several times, but no one paid any attention to him because his wings were not those of an angel but, rather, those of a sidereal bat. The most unfortunate invalids on earth came in search of health: a poor woman who since childhood has been counting her heartbeats and had run out of numbers; a Portuguese man who couldn't sleep because the noise of the stars disturbed him; a sleepwalker who got up at night to undo the things he had done while awake; and many others with less serious ailments. In the midst of that shipwreck disorder that made the earth tremble, Pelayo and Elisenda were happy with fatigue, for in less than a week they had crammed their rooms with money and the line of pilgrims waiting their turn to enter still reached beyond the horizon.

 El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.

          The angel was the only one who took no part in his own act. He spent his time trying to get comfortable in his borrowed nest, befuddled by the hellish heat of the oil lamps and sacramental candles that had been placed along the wire. At first they tried to make him eat some mothballs, which, according to the wisdom of the wise neighbor woman, were the food prescribed for angels. But he turned them down, just as he turned down the papal lunches that the pentinents brought him, and they never found out whether it was because he was an angel or because he was an old man that in the end ate nothing but eggplant mush. His only supernatural virtue seemed to be patience. Especially during the first days, when the hens pecked at him, searching for the stellar parasites that proliferated in his wings, and the cripples pulled out feathers to touch their defective parts with, and even the most merciful threw stones at him, trying to get him to rise so they could see him standing. The only time they succeeded in arousing him was when they burned his side with an iron for branding steers, for he had been motionless for so many hours that they thought he was dead. He awoke with a start, ranting in his hermetic language and with tears in his eyes, and he flapped his wings a couple of times, which brought on a whirlwind of chicken dung and lunar dust and a gale of panic that did not seem to be of this world. Although many thought that his reaction had not been one of rage but of pain, from then on they were careful not to annoy him, because the majority understood that his passivity was not that of a her taking his ease but that of a cataclysm in repose.

 El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.

          Father Gonzaga held back the crowd's frivolity with formulas of maidservant inspiration while awaiting the arrival of a final judgment on the nature of the captive. But the mail from Rome showed no sense of urgency. They spent their time finding out in the prisoner had a navel, if his dialect had any connection with Aramaic, how many times he could fit on the head of a pin, or whether he wasn't just a Norwegian with wings. Those meager letters might have come and gone until the end of time if a providential event had not put and end to the priest's tribulations.

    Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.

          It so happened that during those days, among so many other carnival attractions, there arrived in the town the traveling show of the woman who had been changed into a spider for having disobeyed her parents. The admission to see her was not only less than the admission to see the angel, but people were permitted to ask her all manner of questions about her absurd state and to examine her up and down so that no one would ever doubt the truth of her horror. She was a frightful tarantula the size of a ram and with the head of a sad maiden. What was most heartrending, however, was not her outlandish shape but the sincere affliction with which she recounted the details of her misfortune. While still practically a child she had sneaked out of her parents' house to go to a dance, and while she was coming back through the woods after having danced all night without permission, a fearful thunderclap rent the sky in tow and through the crack came the lightning bolt of brimstone that changed her into a spider. Her only nourishment came from the meatballs that charitable souls chose to toss into her mouth. A spectacle like that, full of so much human truth and with such a fearful lesson, was bound to defeat without even trying that of a haughty angel who scarcely deigned to look at mortals. Besides, the few miracles attributed to the angel showed a certain mental disorder, like the blind man who didn't recover his sight but grew three new teeth, or the paralytic who didn't get to walk but almost won the lottery, and the leper whose sores sprouted sunflowers. Those consolation miracles, which were more like mocking fun, had already ruined the angel's reputation when the woman who had been changed into a spider finally crushed him completely. That was how Father Gonzaga was cured forever of his insomnia and Pelayo's courtyard went back to being as empty as during the time it had rained for three days and crabs walked through the bedrooms.

      Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.

          The owners of the house had no reason to lament. With the money they saved they built a two-story mansion with balconies and gardens and high netting so that crabs wouldn't get in during the winter, and with iron bars on the windows so that angels wouldn't get in. Pelayo also set up a rabbit warren close to town and have up his job as a bailiff for good, and Elisenda bought some satin pumps with high heels and many dresses of iridescent silk, the kind worn on Sunday by the most desirable women in those times. The chicken coop was the only thing that didn't receive any attention. If they washed it down with creolin and burned tears of myrrh inside it every so often, it was not in homage to the angel but to drive away the dungheap stench that still hung everywhere like a ghost and was turning the new house into an old one. At first, when the child learned to walk, they were careful that he not get too close to the chicken coop. But then they began to lose their fears and got used to the smell, and before they child got his second teeth he'd gone inside the chicken coop to play, where the wires were falling apart. The angel was no less standoffish with him than with the other mortals, but he tolerated the most ingenious infamies with the patience of a dog who had no illusions. They both came down with the chicken pox at the same time. The doctor who took care of the child couldn't resist the temptation to listen to the angel's heart, and he found so much whistling in the heart and so many sounds in his kidneys that it seemed impossible for him to be alive. What surprised him most, however, was the logic of his wings. They seemed so natural on that completely human organism that he couldn't understand why other men didn't have them too.

  Cuando el niño fue a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los ángeles muertos.

          When the child began school it had been some time since the sun and rain had caused the collapse of the chicken coop. The angel went dragging himself about here and there like a stray dying man. They would drive him out of the bedroom with a broom and a moment later find him in the kitchen. He seemed to be in so many places at the same time that they grew to think that he'd be duplicated, that he was reproducing himself all through the house, and the exasperated and unhinged Elisenda shouted that it was awful living in that hell full of angels. He could scarcely eat and his antiquarian eyes had also become so foggy that he went about bumping into posts. All he had left were the bare cannulae of his last feathers. Pelayo threw a blanket over him and extended him the charity of letting him sleep in the shed, and only then did they notice that he had a temperature at night, and was delirious with the tongue twisters of an old Norwegian. That was one of the few times they became alarmed, for they thought he was going to die and not even the wise neighbor woman had been able to tell them what to do with dead angels.

        Sin embargo, no sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo, cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.

          And yet he not only survived his worst winter, but seemed improved with the first sunny days. He remained motionless for several days in the farthest corner of the courtyard, where no one would see him, and at the beginning of December some large, stiff feathers began to grow on his wings, the feathers of a scarecrow, which looked more like another misfortune of decreptitude. But he must have known the reason for those changes, for he was quite careful that no one should notice them, that no one should hear the sea chanteys that he sometimes sang under the stars. One morning Elisenda was cutting some bunches of onions for lunch when a wind that seemed to come from the high seas blew into the kitchen. Then she went to the window and caught the angel in his first attempts at flight. They were so clumsy that his fingernails opened a furrow in the vegetable patch and he was on the point of knocking the shed down with the ungainly flapping that slipped on the light and couldn't get a grip on the air. But he did manage to gain altitude. Elisenda let out a sigh of relief, for herself and for him, when she watched him pass over the last houses, holding himself up in some way with the risky flapping of a senile vulture. She kept watching him even when she was through cutting the onions and she kept on watching until it was no longer possible for her to see him, because then he was no longer an annoyance in her life but an imaginary dot on the horizon of the sea. 

Monday, December 1, 2014

Francisco de Quevedo (1580 - 1645) / Poderoso caballero es don Dinero.

Francisco de Quevedo (1580 - 1645)

poeta prosista
Nació en Madrid de la familia acomodada.
Estudió en las Universidades de Alcalá y Valladolid, (educación humanística)
Con su protector , el duque de Osuna, fue a Sicilia y Nápoles.
Escaparse de Venecia disfrazado de mendigo.
secretario del rey Felipe IV, pero luego fue encarcelado por la enemistad con rey.

temas: religiosos, morales, filosóficos, satíricos, amorosos, políticos, personales
El PRIMER GRAN POETA SATíRICO de España.

Historia de la vida de Buscón llamado don Pablos (1626) orsimplemente El Buscón. (Buscón es un pícaro).

estilo de Quevedo 

el conceptismo (importa la idea o el concepto)
Buscar expresión más fácil, más sencilla
no se usa tanto latín.
Lenguaje más sencillo

Se divide sus obras en 2 partes
1) Línea de la picaresca
      el Buscón (1626)
      los sueños (1627)
2) poemas sátiricos, morales, religiosos, filosóficos, políticos (conservadores)
     el parnaso español (1648)
     las trea musas últimas castellanas (1670)

      poderoso caballero es don Dinero
     usa la sátira para burlarse

Fue enemigo de Góngora y gran crítico del culteranismo, y representando el conceptismo.
Conceptismo valora la sutileza y el laconismo, (la brevedad y la concisión).
La prosa conceptista está llana de antítesis, paradojas, paralelísmos.

refleja su alta sensibilidad moral y filosófica.
una persona angustiada y pesimista
una preocupación con la muerte (caráctor barroco)

Textbook Website Practice 



Poderoso Caballero es don Dinero                               The Lord of Dollars

una letrilla satírica.
(letrilla = rondel) --> a poetic composition with short lines often put to musci. It generally consists of stanzas followed by a short refrain that repeats the theme.

la personificación del poder que tiene el dinero en este mundo.


Madre, yo al oro me humillo,                        Mother, unto gold I yield me,
Él es mi amante y mi amado,                       He and I are ardent lovers,
Pues de puro enamorado                             Pure affection now discovers
De contino anda amarillo.                            How his summy rays shall shield me!
Que pues doblón o sencillo                           For a trifle more or less
Hace todo cuanto quiero,                             All his porwer will confess,
Poderoso caballero                                      Over Kings and Priests and scholars
Es don Dinero. 
                                         Rules the mighty Lord of Dollars.

Nace en las Indias honrado,                         In the Indies did they nurse him,
Donde el mundo le acompaña;                     While the world stood round admiring;
Viene a morir en España,                            And in Spain was his expiring;
Y es en Génova enterrado.                          And Genoa did they hearse him;
Y pues quien le trae al lado                         And the ugliest at his side
Es hermoso, aunque sea fiero,                      Shines with all of beauty's pride';
Poderoso caballero                                    Over kings and priests awl scholars
Es don Dinero.                                           Rules the mighty Lord of Dollars. 


Es galán y es como un oro,                          He is a gallant, he's a winner, 
tiene quebrado el color,                               Black or white be his complexion;
persona de gran valor,                                He is brave without correction
tan cristiano como moro.                            As a Moor or Christian sinner.
Pues que da y quita el decoro                      He makes cross and medal bright, 
y quebranta cualquier fuero,                       And he smashed laws of night, ---
poderoso caballero                                     Over kings and priests and scholars
es don Dinero.                                          Rules the mighty Lord of Dollars.

Son sus padres principales,                         Noble are his proud ancestors        
Y es de nobles descendiente,                       For his blood-veins are patrician;
Porque en las venas de Oriente                    Royalties make the position
Todas las sangres son Reales.                      of his Orient investors;
Y pues es quien hace iguales                       So they find themselves preferred
Al duque y al ganadero,                                to the duke or country herd, -----
Poderoso caballero                                     Over kings and priests and scholars, 
Es don Dinero.                                           Rules the mighty Lord of Dollars!

Mas ¿A quién no le maravilla                       Of his standing who can question
Ver en su gloria, sin tasa,                            When there yields unto his rank, a
Que es lo más ruin de su casa                      Hight-Castillian Doña Blanca,
Doña Blanca de Castilla?                             if you follow the suggestion? ---
Mas pues da al bajo silla                              He that crowns the lowest stool,
Al cobarde hace guerrero,                             And to hero turns the fool, ---
Poderoso caballero                                      Over kings and priests and scholars, 
Es don Dinero.                                           Rules the mighty Lord of Dollars. 


Sus escudos de armas nobles                       Of his shields are noble bearings;
son siempre tan principales,                        His emblazonments unfurling
que sin sus escudos reales                          Show his arms of royal sterling
no hay escudos de armas dobles;                 All his high pretensions airing;
y pues a los mismos robles                          And the credit of his miner
da codicia su minero,                                  Stand behind the proud refiner, 
poderoso caballero                                      Over kings and priests and scholars
es don Dinero.                                           Rules the mighty Lord of Dollars.

Por importar en los tratos                           Contracts, bonds, and bills to render, 
y dar tan buenos consejos,                         Like his counsels most excelling, 
en las casas de los viejos                            Are esteemed within the dwelling
gatos le guardan de gatos.                         Of the banker and the lender.
y pues él rompe recatos                             So is prudence overthrown, 
y ablanda al juez más severo,                     And the judge complaisnat grown, ----
poderoso caballero                                    Over kings and priests and scholars
es don Dinero.                                          Rules teh mighty Lord of Dollars.

Y es tanta su majestad,                             Such indeed his sovereign standing
(Aunque son sus duelos hartos),                 (with some discount in the order),
Que con haberle hecho cuartos                   Spite the tax, the cash-recorder
No pierde su calidad.                                 Still his value fixed is branding.
Pero, pues da calidad                                He keeps rank significant
Al noble y al pordiosero,                            To the prince or finn in want, ---
Poderoso caballero                                     Over kings and Priests and scholars
Es don Dinero.                                          Rules the mighty Lord of Dollars. 

Nunca vi damas ingratas                            Never meets he dames ungracious
a su gusto y afición                                   To his smiles or his attention, 
que a las caras de un doblón                      How they glow but at the mention
hacen sus caras baratas;                            Of his promises capacious!
y pues las hace bravatas                            And how bare-faced they become

desde una bolsa de cuero,                          To the coin beneath his thumb
Poderoso caballero                                     Over kings and Priests and scholars
Es don Dinero.                                          Rules the mighty Lord of Dollars. 


Más valen en cualquier tierra                      Mightier in peaceful season
(¡Mirad si es harto sagaz!)                         (And in this his wisdom showeth)
Sus escudos en la paz                               Are his standards, than when bloweth
Que rodelas en la guerra.                          War his haughty blasts and breeze on;
Pues al pobre la entierra                            In all foreign lands at home,
Y hace propio al forastero,                         Equal e'en in pauper's loam,---
Poderoso caballero                                    Over kings and priests adn scholars
Es don Dinero.                                         Rules the mighty Lord of Dollars.

                  

                                                               Translated by Thomas Walsh


p172
 Comprensión 
1. ¿A quién se dirige este poema?
 Creo que Quevedo escribió este poema para burlar el amor demasiado de la sociedad de la época.
Por eso, se dirige a la gente que trató el dinero como el rey o el dios. 
  
2. ¿Cómo describe el yo del poema su afición al dinero?
Con una expresión de amarillo, el amor es como una enfermedad. 

3.¿Qué satiriza Quevedo en la segunda estrofa? Explique. 
Durante el siglo de Oro, España acumuló muchas riquezas de las Indias (las américas), y estas riquezas supusieron quedarse en España, pero Quevedo satiriza la rápida decadencia bancaria en el barroco con mucha deuda a genoveses Italia, burlando el imperio español. 

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La literatura y el humor
Literatura
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La literatura y el humor
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4.¿Qué poderes tiene don Dinero? Haga una lista de ellos.
"TAN CRISTIANO COMO MORO" en verso 20 indica el poder religioso.
" cualquier fuero" en el verso 22 indica el poder de derecho. (breaks any law) 
"ablanda al juez más severo" en el verso 54 también indica el poder de derecho, y el poder político de la corrupción. 
"nunca vi damas ingratas a su gusto y afición" indica el poder de manipular a las mujeres.

5. Según Quevedo, ¿qué efecto tiene don Dinero sobre las mujeres? 

"nunca vi damas ingratas a su gusto y afición" indica el poder de manipular a las mujeres.
Me parece comprar a las prostitutas? (con caras baratas y hace bravatas)...